Toda mi vida me he considerado una soñadora, es más, una
luchadora. Una luchadora que luchaba por cumplir todos esos sueños que esperaba
cumplir algún día.
Hoy, me he dado cuenta, que soy una cobarde, una cobarde que
ha abandonado todos esos deseos con los que soñaba, todos esos deseos que
edificaban mi vida, todos esos deseos que guiaban mi vida…
He podido comprobar cómo de un segundo a otro, todo lo que esperabas
y deseabas con todas tus fuerzas, desaparece y te derrumba tu edificación,
desaparecen todos esos deseos que guiaban tú vida…. ¿Y ahora qué? Tu vida
continúa, pero abandonas o desaparece todo aquello que deseabas que formara
parte de ella, todo lo que para ti era tu vida…o más bien, tu proyecto de vida,
tu futuro.
Y te das cuenta que ni eres socorrista, que ni eres
monitora, que ni te vas de campamento cada verano, que ni sigues en contacto
con todas aquellas personas con las que juraste no separarte jamás, que ni te
vas de conciertos y que no vas a viajar a Nueva York.
Hay momentos en la vida en los que hay que elegir entre
diferentes opciones, que harán que muchos de tus sueños, de tus deseos… deban
quedar atrás. Y hay otros momentos en los que tus sueños no
dependen directamente de ti, y que con total seguridad caerán por su propio peso
y otro sueño más quedará derrumbado, olvidado…
Creo que he aprendido que jamás debo hacer planes de futuro,
debo vivir el día a día haciendo lo que en ese momento desee, porque una cosa sí
que tengo clara, lo que no hagas ahora quedara en el recuerdo, será otro sueño
más no cumplido que recordarás con melancolía.
La vida pasa demasiado deprisa para vivir de los “planes
de futuro”.